El Pabellón nace con el objetivo de convertirse en un espacio de disfrute y contemplación del entorno en el que se ubica: una parcela con una frondosa vegetación, entre la que destaca una pinada centenaria existente en el corazón de la misma.

Aprovechar las máximas cualidades del entorno y minimizar el impacto sobre él se convierte en la premisa que genera el diseño del edificio. Esta decisión determina que la huella del Pabellón se quiebre para adaptarse a la vegetación existente, aproximándose a ella todo lo posible pero permitiendo su construcción sin la eliminación de árboles. Estos gestos se complementan con la apertura de grandes huecos acristalados hacia la pinada, tratando de diluir el límite entre el interior y el exterior del edificio.

Sobre esta huella respetuosa en planta se materializa el edificio, consistente en una pequeña pieza de una sola planta, que adopta un desarrollo intencionadamente horizontal y se eleva sobre el terreno, buscando vistas y transmitir ligereza. El programa del edificio se desarrolla prácticamente en un único espacio diáfano, prolongándose sobre una zona exterior cubierta en los momentos en los que la climatología lo permita.