Quién no recuerda esos momentos inolvidables vividos en el patio del colegio… pues precisamente ahí, en el sitio más divertido es donde hay que construir el nuevo comedor escolar. Por lo tanto el proyecto trata de minimizar esa pérdida de espacio de juego convirtiéndose en una prolongación del área infantil capaz de interactuar con los niños.

Con esta premisa la edificación se plantea en dos volúmenes prismáticos de una sola altura dispuestos de manera longitudinal junto a la valla del colegio. El primer volumen, situado al oeste, alberga el uso de la cocina y junto a éste un volumen más alargado y estrecho configura el comedor que abraza al arbolado existente y lo incorpora a su patio. De esta manera los árboles que siempre existieron en el patio de juegos se mantienen, se abrazan y se introducen en el interior mediante un amplio cerramiento de vidrio que consigue que sea posible que los niños coman en íntimo contacto con la vegetación.

Sin embargo el cerramiento Sur se ciega prácticamente cerrando el comedor hacia las aulas y forma un gran mural, pintado con pintura especial donde poder dibujar con tizas.

El comedor, se dispone de forma longitudinal en el eje este-oeste, planteándose los recorridos en el interior junto a las fachadas. Se disponen dos accesos al comedor, uno desde las pistas deportivas y otro desde la salida del colegio que canalizan las circulaciones por el interior del mismo.

¿Y por qué ese color?, tal vez por una lejana reminiscencia de la tonalidad de las salinas que caracterizan Torrevieja, o simplemente tal vez porque sí, porque el subconsciente nos indicaba que debía ser así.