El edificio Marsamar se asienta sobre un zócalo preexistente de locales comerciales compartido con el hotel vecino. Partiendo desde quince metros de profundidad y atravesando tres sótanos y una planta baja ya construidos, la nueva edificación se abre paso hacia sus ocho plantas de altura buscando alcanzar una identidad propia y una propia relación con el paisaje urbano al que se incorpora.

Para su ejecución, se hace necesaria la demolición de cientos de metros cuadrados de obra existente y la modificación sustancial de la estructura de las cuatro plantas que atraviesa. Esto permite que la nueva construcción se alce en altura con una nueva estructura, homogénea y modulada, que permita generar en el interior unas estancias claras, diáfanas y versátiles, perfectamente equipadas para el uso a que se destinan.

Todos los sistemas técnicos utilizados para la resolución de su envolvente de aluminio y vidrio, han sido desarrollados ex profeso para esta ocasión. Las complejas soluciones estructurales y constructivas aplicadas para su resolución formal quedan silenciadas por un acabado limpio y preciso que busca la excelencia técnica en su resolución y una presencia discreta en el entorno.

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Los espacios de encuentro con la calle, en los accesos de planta baja, se resuelven con la cesión de posible volumen edificado obteniendo así un amplio espacio de aproximación que permite una mejor articulación y diálogo con la trama urbana.