Este proyecto se propone como un lugar intermedio entre la arquitectura y la infraestructura, de modo que lo edificado se trasforma en topografía y la adecuación de los espacios urbanos encuentra en sus movimientos, grietas y fisuras donde se implantan diversos espacios y usos.

El lugar está fuertemente ligado a la historia de la Ciudad por haber constituido desde siempre un punto de unión con el territorio, el Clot, el lugar donde antaño los paisanos acudían a por el agua.

Más recientemente la ronda del núcleo histórico de población disponía en este lugar, muy alterado por la urbanización de los viales, de un punto significativo de relación visual con la nueva ciudad que surgía en el litoral. Un incipiente mirador y el lugar en que diversas celebraciones festivas hallaban espacio para instalarse, habiendo sabido sacar partido siempre de las singulares condiciones topográficas de esta población en las faldas del Mongó.

Si bien el proyecto suponía una intervención muy intensa debido a la necesidad de ubicar un programa extenso, que incluye dos plantas de aparcamiento bajo rasante, se intentó mantener esta vocación de punto de articulación entre el pueblo y la ciudad nueva, entre la ciudad y el campo, la montaña y la vista al mar. Por ello se propone una implantación de estructuras que se doblan, y se pliegan, o entrecruzan, forzando el reconocimiento de la topografía y el movimiento, la relación entre distintos puntos periféricos, la insistencia en el carácter público, accesible y abierto.

Sólo después de hallar una solución compatible con la condición de borde del lugar, se implanta el programa específico de usos, que halla su espacio entre los pliegues y grietas que surgen. Pavimentos, muros, son trabajados con un solo material y despiece, la piedra gris de Pulpis.

El edificio administrativo surge como pieza específica flotante sobre la plaza, que además debe resolver multitud de situaciones debidas a la presencia de construcciones de muy diversa entidad en medianera, además de las visuales desde las calles de ronda. Por ello se propone un volumen muy fragmentado, revestido de piedra caliza Beida, para intentar dotar de cierta unidad.

Los espacios públicos se contaminan de la fragmentación de los jardines y cultivos que existen en los alrededores. Se propone un ajardinamiento superficial sobre parte de las cubiertas y terrazas existentes con diversas especies aromáticas y tapizantes.

La topografía propuesta tiene y debe tener un carácter principal de espacio público, y por tanto las superficies se pavimentan en su mayoría. El arbolado aparece de forma simbólica en un magnolio situado en el centro de la plaza.

Se proponen otros elementos que refuercen el carácter público: las pérgolas y el mobiliario urbano, entendidos como deformación de las propias superficies, y también como elementos figurativos, la iluminación artificial, muy controlada, introducida igualmente en los pavimentos, y en el mobiliario, y el agua que brota de una fisura en los muros y es recogida en el propio pavimento.