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Muchos LEMAS, demasiadas PREGUNTAS y algunas SUGERENCIAS

Juan Antonio Sánchez Morales, arquitecto. 7 de octubre de 2013 / Día de la Arquitectura. Colegio de Arquitectos de Alicante

Ad-hoc Murcia S.L.P. por Ad-hoc Murcia S.L.P. 03/01/2014 11:36

Mi reacción inicial, cuando me llamaron hace unos días, desde este Colegio, para invitarme a dar esta conferencia, fue de sorpresa y agradecimiento. Pero desde que me informaron de que se trataba de celebrar el Día de la Arquitectura me acompaña una pregunta, creo que muy lógica, para la que, incluso llegado este momento de tener que darla, todavía no tengo respuesta. 

La pregunta es:

¿Está la arquitectura para celebraciones?

Quienes parecen no tener dudas son los responsables de la UIA que probablemente con un optimismo excesivamente ciego impulsan este y otros muchos eventos más o menos similares de celebración arquitectónica, repartidos por diversas geografías, que en este año 2013 proponen compartir el lema:

“Cultura-Arquitectura”

Pretenden con ello, los de la UIA, reforzar o adherirse a la reciente Declaración de la UNESCO denominada:

“Situar la cultura en el centro de las políticas de desarrollo sostenible”

Que fue aprobada en Hangzhou (China) el pasado mes de mayo (i).

Su lectura pausada convoca una segunda pregunta:

¿Quién la ha leído?

- Yo lo he hecho y les puedo asegurar que me ha dejado más desconcertado de lo que ya estaba. Estos señores de la UNESCO, concluyen su declaración diciendo: Nosotros, los participantes, compartimos los ideales de 

“diversidad en armonía” y “aprender del pasado para crear el futuro”

estamos convencidos de que la integración de la cultura en las políticas y programas de desarrollo allanará el camino a una nueva era de desarrollo mundial, y recomendamos que después de 2015 se incluya en la agenda de la ONU para el desarrollo un objetivo específico centrado en la cultura.

Todos los botones de alarma se me encendieron: de momento no hay prisa, podemos esperar a 2015 para que la cultura, ya reducida a la transmisión de un folclore, se convierta en herramienta básica de la paz y la felicidad del mundo siempre que no abandone un fiel compromiso de sostenibilidad. Para mí, un documento que vendría a significar la completa desarticulación de la cultura como agente de cambio y transformación. De inmediato surge una tercera pregunta:

¿Quién gobierna el mundo?

- Imposible concretar, de nuevo sobreviene lo político y lo económico, abriéndose el inabarcable melón del poder. Mejor retrocedamos al ámbito local buscando una vía de fuga que nos permita llegar a algún puerto.

A todo lo anterior Vicente Castillo (aprovecho para rendirme muy sinceramente ante su entusiasmo inquebrantable) añade otro lema para esta sesión conjunta:

“La reinvención de la arquitectura”

entiendo que como mejor solución, alternativa o respuesta estratégica a la crítica situación que atravesamos, a estos tiempos de desencanto. Pero solo reflexionando algo las preguntas se agolpan:

¿Qué significará reinventar la arquitectura?
¿Por qué hay que reinventarla?
¿Quién, cómo, donde, se va a reinventar?
¿Conozco yo alguien que en algún momento la haya reinventado?

Empiezo a pensar que quizá hayamos caído en una trampa, que quizá una vez más nuestro fallo generalizado sea de inadecuada interpretación por falta de madurez y de nuevo nos estamos dejando llevar por el mercado, de nuevo el
pensamiento crítico está ausente, de nuevo seguimos instrucciones. Intentaré explicarme.

Ya nadie discute que el periodo reciente está caracterizado por la entusiasma colaboración disciplinar y generalizada con unas fuerzas económicas que creyeron ver en brutales transformaciones de la ciudad y el territorio oportunidades
impecables para el crecimiento de sus capitales. Y así durante años mucha producción ciega y negligente, arrogándose un protagonismo que en realidad no tenía probablemente, asestó un duro golpe a eso que nos gusta llamar arquitectura, del que probablemente todavía no se ha repuesto.

Después del fiasco y con la retirada de las fuerzas y los capitales hacia otros destinos, huérfanos ya de esas coberturas, recibimos nuevas órdenes que, sin saber tampoco muy bien de dónde, con toda seguridad insistentemente nos transfieren.

Un único término condensa este nuevo manual de instrucciones: emprendimiento, y multitud de informaciones, significaciones y consignas lo extienden por la sociedad hasta convertirlo en la única salida. Pero este emprendimiento quizá no sea mucho más que un restyling de otro conocido lema:

Do It Yourself. (Hágalo usted mismo)

Convirtiéndolo en realidad en un: búsquese la vida, al que en poco tiempo se le ha añadido un: donde pueda. Es su problema y a mí no me mire. Y así, aquí estamos pensando que el campo disciplinar de la arquitectura ha de extenderse por todos las áreas y disciplinas, por todos los espacios y territorios, por todas las geografías, por todas las materias, convencidos de que en ese deambular experimental seremos capaces de encontrar ese hueco que necesitamos para disfrutar de un poco de descanso, para ser alguien que se siente socialmente útil y económicamente satisfecho. Un nomadismo permanente al que encima se aconseja ir repleto de multidisciplinareidad o adecuadamente colectivizado, otras cuestiones de la actualidad sobre la que reflexionar aunque ahora no lo hagamos.

Todo podría ser cierto y conveniente, pero cada vez me resisto más a creérmelo. Ni antes ni ahora termino de compartir estas subyugaciones. Antes bien creo que hay que separar arquitectura de arquitectos, hacer el esfuerzo de pensar en arquitectura como algo completamente distinto a la monopolizadora gestión que los arquitectos hacen de ella, como algo autónomo, y entonces llegaremos a la gran pregunta:

¿Qué es la arquitectura?

De muchas de las complejas, extensas y diversas respuestas posibles pocos discreparan si extraigo dos componentes estables: cultura y tiempo, que podemos articular en modo elemental diciendo que la arquitectura es una dimensión de la cultura y en consecuencia, por su propia genealogía, implicará un ser en constante transformación. Desde aquí todo parece aclararse un poco, la arquitectura, por naturaleza, progresará, evolucionará hacia el futuro sin necesidad de ser guiada o conducida por sus gestores. Será ella en su propio conocimiento quien mejor determinará su propio devenir. Entonces nuestro papel será el de indagar en la búsqueda de aquellas claves, de aquellos conceptos que mejor evidencien los cambios y los procesos naturales que ella misma y sola está experimentando.

La tesis doctoral con la que ya llevo un par de años peleando persigue profundizar en el conocimiento de algunos de esos conceptos recurriendo a la socorrida estrategia de la investigación extradisciplinar y confiando en que el retorno
permita configurar algunas sugerencias de utilidad.

Intentaré en el tiempo que resta, comprimiendo quizá en exceso los procedimientos, compartir con vosotros parte del experimento.


1.

En primer lugar analizaremos las consecuencias de considerar la arquitectura como un cuerpo más, que tengo el convencimiento de que con toda seguridad constituye, aunque ahora no me detenga en explicar por qué. Una vez que atribuimos a la arquitectura una condición corpórea, y Vitrubio ya lo hizo, todos los estudios sobre el cuerpo contienen potencialmente posibilidades de indagación interesada. Parte de las tesis doctoral de Enrique Nieto que precede a esta en el deseo de nuestra Area de consolidar un cierto conocimiento, expone con meridiana claridad todo lo que las reflexiones y acciones contemporáneas sobre el género puede ayudarnos a establecer estrategias de reflexión y acción en el territorio que nos es más propio.

Yo empezaré por recurrir a Antolin Artaud para compartir la sorprendente proposición que formulara allá por 1947 cuando preparaba la grabación radiofónica de Para acabar con el juicio de Dios, donde su deseo de un cambio corporal de fondo referido al cuerpo social lo vincula con la siguiente condición:

Cuando ustedes le hayan hecho un cuerpo sin órganos 
lo habrán liberado de todos sus automatismos
y lo habrán devuelto a su verdadera libertad 

Entonces si aceptamos la condición corpórea de la arquitectura y deseáramos su cambio corporal de fondo habrá que liberarla de automatismos hasta conformarle un cuerpo sin órganos. El progreso, la evolución, etcétera de la arquitectura que la verdadera libertad impulsa, dependerá del desprendimiento de sus órganos.

Cerremos por un momento los ojos, dirijámonos a un espacio vacío de nuestra mente y empecemos a construir allí la imagen virtual del cuerpo arquitectónico que cada uno sea capaz de concebir, reuniendo materiales, reglamentos, paradigmas, recomendaciones, pliegos, normas, teorías, impulsos, imágenes, experiencias, reflexiones,… atribuyendo materia a cada elemento, intentando comprimir la materia en un único objeto, en un volumen compacto y aislado. Distanciémonos ahora para preguntarnos

¿Qué vemos?
¿No es un cuerpo viejo, lleno, exacerbado?
¿No está saturado de órganos decrépitos?

Así, en esas condiciones, parece difícil imaginar transformaciones, toda la energía se neutraliza en su propio interior. Desprender a ese cuerpo de esa pesada carga podría ser un asunto relevante.

Años después Delleuze y Guattari (yo les llamo: DyG) se interesaran profundamente por el concepto creado por Artaud de CsO y lo desarrollarán con su conocida complejidad muy intensamente intentando describir tanto a él como a su contrario, el cuerpo con órganos, el cuerpo lleno, para después proponerse incluso construirlo. Todo un complejo mecanismo filosófico repleto de utilidades arquitectónicas.

Respecto a la descripción DyG conducirán el combate principal hacia la superficie, allí imaginarán las mayores tensiones posibles entre el reconocimiento de lo resbaladizo, lo opaco y lo blando, como cualidades de la ausencia de órganos, con lo antideslizante y lo duro que caracterizará el cuerpo lleno. Y así, no es difícil pensar que hoy el cuerpo de la arquitectura dispone de una pesada corteza saturada de registros y de maquinas bloqueantes, paralizadoras y engrosadoras que están a punto de reventar, si es que ya no lo han hecho, por su rigidez y por su saturación.

Imaginar pues que estamos cerca de una gran explosión, que liberaría una vez más esa superficie de toda la carga última acumulada, para que al menos durante un tiempo, viaje libre.

Pero DyG son más precisos, más astutos, y cuando se proponen acceder al CsO, o construirlo, advierten que si el objetivo fuera la desestratificación de esa superficie, no puede o no debe abordarse a lo bestia. Si nos proponemos alcanzar el CsO, incluso construirlo, será preciso definir un plan de consistencia, en el que resultará imprescindible considerar que hay que conservar partes de organismo, provisiones de significancia y de interpretación, dosis de subjetividad, para enfrentarlas al propio sistema cuando se requiera, para poder responder a la realidad dominante. Hay, entonces que imaginar, un proceso de desmontaje cuidadoso, organizado, planificado, atento, exquisito, incluso mimoso con los propios estratos a los que nos enfrentamos.

Así pues tenemos una primera misión posible: trazar un primoroso plan de liberalización que según DyG debe seguir el siguiente protocolo: 

El CsO oscila constantemente entre las superficies que lo estratifican y el plan que lo libera. Liberadlo con un gesto demasiado violento, destruid los estratos sin prudencia, y os habréis matado vosotros mismos, hundido en un agujero negro o incluso arrastrado a una catástrofe, en lugar de trazar el plan. Lo peor no es quedar estratificado –organizado, significado, sujeto sino precipitar los estratos en un desmoronamiento suicida o demente, que los hace recaer sobre nosotros, como un peso definitivo. Habría, pues, que hacer lo siguiente: instalarse en un estrato, experimentar las posibilidades que nos ofrece, buscar en él un lugar favorable, los eventuales movimientos de desterritorialización, las posibles líneas de fuga, experimentarlas, asegurar aquí y allá conjunciones de flujo, intentar segmento por segmento continuums de intensidades, tener siempre un pequeño fragmento de una nueva tierra.(ii)

Un plan pues difícil que va a necesitar la ayuda de una máquina abstracta para desarrollarlo, pero lo dejaremos en la definición del objetivo y pistas de la estrategia, sin desarrollar los sistemas específicos que lo conseguirían. Tenemos, en cualquier caso una primera sugerencia:

Elaborar un plan de consistencia arquitectónica

 

2.

De nuevo nos retrotraeremos a un momento histórico fundador de conceptos. En este caso se trata de la respuesta que Kant ofrece en 1784 a un periódico berlinés a la pregunta de

Was ist Aufklärung? ¿Qué es la Ilustración?

Una pregunta que la filosofía todavía no ha sabido responder del todo y de la que tampoco ha sido capaz de desembarazarse. Kant, intentando responder detecta una salida, una vía de escape, un itinerario hacia los grandes ideales, el inicio de un proceso con el que pretendemos abandonar el “estado de tutela”. Se convertirá entonces la salida en la gran tarea y para Foucault se creará el esbozo de la modernidad.

La modernidad, pues, es buscar la salida de lo contemporáneo, una nueva categoría fuera del tiempo histórico.
Dando un salto de gigante lleguemos hasta Baudelaire, la más aguda consciencia de la modernidad, para perfilar algunos rasgos de la modernidad:

• La modernidad será un ejercicio en el que la extrema atención puesta en lo real se confronta con la práctica de una libertad que, simultáneamente, respeta y viola lo real.
• Ser moderno también será tomarse así mismo como un objeto de elaboración
• Y solo en el arte será posible la transfiguración de lo real.

La salida, ahora, será llegar hasta un lugar fronterizo para posicionarnos en una actitud-limite y la crítica, como esfuerzo intelectual obligado, consistirá en la reflexión sobre esos límites, justo donde se discute la autonomía de cada cuerpo.

Incorporemos ahora a Foucault a la conversación solo leyendo un breve extracto de sus reflexiones, respecto a estos mismos conceptos, desarrolladas en sus influyentes ensayos titulados:

¿Qué es la Ilustración? y ¿Qué es la crítica?

Se trata de transformar la crítica ejercida en una crítica práctica que toma la forma de una transgresión posible (de limitaciones). Esta transformación trae consigo una consecuencia inmediata: la crítica ya no buscará las estructuras formales que tiene valor universal; más bien se convertirá en una indagación histórica a través de los eventos que nos han llevado a constituirnos y a reconocernos como sujetos de lo que hacemos, pensamos, decimos. En este sentido tal crítica no es trascendental, y no tiene como su fin hacer posible una metafísica: es genealógica en su finalidad y arqueológica en su método.(iii)

Así la crítica será una práctica, será un hecho, una propuesta, una deliberación que se concreta en proposición. La crítica no será un discurso, mucho menos global y mucho menos trascendental. Parece difícil encontrar mejor principio
de acción arquitectónica para el presente, para nuestras inmediatas acciones arquitectónicas, en cualquiera de los escenarios posibles, que indagaciones diversas de los límites enfocadas, simultáneamente, como un tipo tecnológico de racionalidad y como un juego estratégico de libertades.

Judith Butler, algunos años después, encontrará en estos principios de acción establecidos por Foucault el punto capital de partida para desarrollar todas sus propuestas de desujección. Nosotros también podríamos, y deberíamos, desarrollar ejercicios en alguna forma paralelos porque no requerirá esfuerzo reconocer a la arquitectura coaccionada por normas que no explícitamente persiguen su control desde el poder, o impulsada por un conocimiento que solo acierta a reforzar los propios mecanismos del poder. Detectar esta situación solo puede realizarse en los propios límites disciplinares tanto en lo referido a sus contenidos como a sus relaciones y solo podrá transformarse desde la práctica de una crítica reflexiva. Esa transformación debe significar tanto la desujección disciplinar de un lado como la de los beneficiarios de sus prácticas de otro, para ello se requerirá experiencias concretas, específicas que evidencien las propias transformaciones y que hagan visibles las coacciones. Lo que conllevará un riesgo, todo el que la acción política implica, pero que representará al cabo una virtud, la mejor expresión de una ética cierta que contribuye a la madurez y a la liberalización de la sociedad en la que opera.

Así, estamos ya en condiciones de ofrecer una segunda sugerencia:

Seamos de verdad modernos

3.

Pero no es la modernidad la vía de escape que caracteriza el presente.

Abordemos ahora la construcción de una última sugerencia a partir de la que pronto reconoceremos como la más exitosa.

Todo parece indicar que sea el nihilismo la vía de fuga del presente. Un nihilismo atosigante que resulta tan irremediable como desaconsejable. El nihilismo flota en el ambiente practicando, cada vez con más fuerza, irresistibles cantos de sirena hacia todo agente activo implicado en cualquiera de los campos de la cultura o de la sociedad. Por el ámbito del pensamiento se extienden invitaciones constantes a la gran negación que, o bien conducen al desentendimiento, al alejamiento a la pasividad, al apartamiento (nihilismo pasivo) o bien, por la misma
carencia de sentido del todo, conducen a compromisos más allá de lo radical que terminan significando la implicación en fórmulas o acciones de destrucción de este mundo con la intención de convertirlo en otro (nihilismo activo).

Si en la arquitectura, como en la filosofía, deseáramos dar respuesta al nihilismo, resistirse a él, debemos, irremediablemente, remontarnos a Nietzsche, su gran especialista y su profeta. Cuando Nietzsche se dispone a hablar de nihilismo sorprendentemente nos advierte que ha llegado para instalarse. En lo que se supone Prólogo de La voluntad de poder, publicado como Escritos póstumos escribe: 

Lo que relato es la historia de los dos próximos siglos. Describo lo que viene, lo que ya no puede venir de otra manera: el advenimiento del nihilismo… Toda nuestra cultura europea se mueve desde hace ya largo tiempo, con una torturante tensión que crece de década en década, como hacia una catástrofe: inquieta, violenta, precipitada, como una corriente que busca el final, que ya no reflexiona, que tiene miedo a reflexionar.

Facilmente podemos preguntarnos si

¿Estamos ya en ese final?

Probablemente sí y en consecuencia será fácil convenir con Nietzche la necesidad de revaloración o transvaloración.

Entonces no quedará otro remedio que recurrir a la ética para buscar alguna respuesta última a la inquietud del presente. Simón Critchley (SC) será en este caso el elegido como nuestro principal mentor y su texto La demanda infinita elegida como nuestra principal referencia, compartiendo plenamente el objetivo que él inicialmente se propone y que consiste en: 

responder a esta necesidad ofreciendo una teoría de la experiencia ética y de la subjetividad que conduzca a una ética del compromiso y a una política de la resistencia infinitamente demandantes (iv)

Se trataría de interpretar esa teoría de la experiencia ética y la subjetividad, para comprobar hasta qué punto una ética del compromiso y una política de la resistencia son plataformas críticas desde las que desplegar una arquitectura
necesaria alejada de cualquier condición nihilista.

Intentaría hacer visible en qué medida la arquitectura es, precisamente, un medio ideal para desarrollar la propia experiencia ética.

Propondría evidenciar que será a partir de una profunda revisión de la moral arquitectónica desde donde debiera empezar a construirse un nuevo y actual cuerpo arquitectónico des-organizado.

Y, finalmente, justificaría la necesidad de una específica heteronomía para desplegar la acción crítica como la práctica arquitectónica necesaria.

Pero no tenemos tiempo para todo ello, cuando además el territorio de la ética es especialmente sensible, peligroso y complejo, quedémonos en algo parecido a una simple introducción.

SC parte, en consonancia con Jay Bernstein, de la hipótesis de que ha sido la modernidad misma la que ha generado un déficit de motivación con respecto a la moralidad que socava la posibilidad del laicismo ético.

Nosotros también podemos detectar ese déficit en la arquitectura, sería otra forma de referir tanta desilusión acumulada. Una situación de precariedad y vacio que sin duda es reflejo de la ausencia de una concepción ética que sea motivadora y potenciadora, capaz de enfrentarse a la situación actual y establecer una senda de
redescripción arquitectónica.

Necesitamos sin duda una fórmula actualizada de la deseada revalorización nietzchiana, aunque de inmediato surgirá la gran pregunta de la ética:

¿Cómo se compromete un yo con aquello que determina como su bien?

Que a nuestros efectos podría ser algo similar a:

¿Cómo se compromete un arquitecto con aquello que pudiéramos determinar como buena arquitectura?

Para conseguirlo SC trazará un plan que ahora solo enunciaremos:

1º) Construyendo una teoría de la experiencia ética basada en los conceptos de aprobación y demanda y mostrando en qué medida esta teoría presupone un modelo de subjetividad ética.

2º) Analizando muy detalladamente las posibles relaciones internas que se desarrollan en el modelo de subjetividad y que conducen a la sublimación.

3º) Ofreciendo el humor como práctica de sublimación minimalista que, a la vez, mantiene y atenúa la división interna del propio sujeto ético.

En ese plan comprometedor el arquitecto, nuestro sujeto ético particular y concreto, se definirá por la fidelidad o el compromiso con una demanda ética, que a su vez resulta imposible de satisfacer, será la demanda infinita que interiorizada subjetivamente, permanentemente nos divide, constituyendo la conciencia arquitectónica que sería el núcleo del gran debate ético-arquitectónico.

Conviene finalmente aclarar que nuestro arquitecto es todo arquitecto, porque nuestra teoría, esta teoría, en tanto que pretende devenir o insertarse en el amplio conjunto del pensamiento ético, debe, por sus propios fundamentos, ser capaz de reconocerse como válida en toda acción, en toda experiencia, con independencia de la respuesta que cada demandante adopte en cada situación particular.

Llegamos así a una última sugerencia:

Probemos la experiencia ética de la demanda infinita, eso sí, con mucho humor.

Buenas tardes y muchas gracias.

(i) Se puede descargar la declaración en: 
http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/CLT/pdf/final_hangzhou_declarat
ion_spanish.pdf

(ii) Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-textos, 2004.
Página 166.

(iii) Foucault, Michel, ¿Qué es la crítica? (Crítica y Aufklärung), trad. por Javier de la Higuera, en Sobre la
Ilustración, Madrid, Tecnos, 2006. Página 24. Este ensayo consistió originalmente en una
conferencia pronunciada en la Société Française de Philosophie el 27 de mayo de 1978,
posteriormente publicada en el Bulletin de la Société française de Philosophie, año 84º, núm. 2,
abril-junio de 1990, pp. 35-63

(iv) Critchley, Simon, La demanda infinita, la ética del compromiso y la política de la resistencia, Barcelona, marbot ediciones, 2010.

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