Deyan Sudjic, el gurú del diseño que detesta a Calatrava y las 'apps' sexuales

El director del London Design Museum dialoga a su paso por Marbella sobre el impacto de Grindr en el urbanismo, la perversidad de Uber y el "espectáculo extremo" del arquitecto valenciano.

Deyan Sudjic, director del London Design Museum, en el Hotel Amare Beach Club de Marbella.

© Marbella Design.

Cuando en 2006 Deyan Sudjic (Londres, 1952) fue nombrado director del London Design Museum , le confiaban una institución bastante ignota y ubicada en un antiguo almacén de plátanos; hoy se acerca al millón de visitantes anuales en su nueva ubicación del barrio de Kensington. Pero mucho antes de este nombramiento, Sudjic ya estaba considerado una referencia en el ámbito del diseño y el urbanismo. Crítico de arquitectura del semanal The Observer, cofundador de la revista especializada Blueprint y editor jefe durante un lustro de Domus, director de la Bienal de Venecia en 2002 y autor de un puñado de libros de cabecera, ** ha logrado gran parte de su fama gracias a la soltura con la que maneja el látigo contra lo que considera “arquitectura espectáculo”, con nuestro Santiago Calatrava como gran bestia negra.**

Pero sus inquietudes van más allá: desde cómo puede la app móvil de encuentros para gays Grindr influir en la configuración de las ciudades hasta cuál será nuestra vida en las urbes del futuro. Si existe un gurú en tan amplio rango de temas, sin duda es él. Ahora ha formado parte del plantel del ciclo de conferencias Design for Living en la primera edición de la feria de diseño ** Marbella Design ** que acaba de finalizar, junto a otros nombres como como el diseñador de coches estrella Frank Stephenson, el diseñador gráfico Óscar Mariné (Premio Nacional de Diseño en 2010) o la arquitecta e interiorista ** Teresa Sapey.**

Tras su ponencia, la mirada de Sudjic recorre con curiosidad el lugar donde nos encontramos con él, un lujoso hotel marbellí con beach club que a priori podría considerarse en las antípodas de su universo vital, pero donde sin embargo parece desenvolverse con la misma comodidad de cualquiera de sus compatriotas que conforman gran parte de la clientela.

Tengo mucha curiosidad por saber qué opina de un lugar tan peculiar como Marbella un experto en diseño y urbanismo como usted. Creo que para un europeo del norte es fascinante venir a esta burbuja que no es del todo ni España, ni Andalucía, ni Europa. Me hace pensar que estoy conduciendo por la autopista de Los Angeles. Y me encantan todas estas capas de fantasía que hay aquí.

¿Capas de fantasía? Me alojo en un hotel que es un falso pueblo andaluz, con un auténtico puente romano dentro y también una verdadera mezquita. Todo eso es muy interesante. En una de sus historias, el escritor ** J.G. Ballard** describió un mundo en el que todos los europeos del norte deciden un día no volver a sus casas de las vacaciones de verano, y se quedan en la Costa del Sol y la Costa Brava viviendo una vida hedonista. Este no es lugar para el puritanismo.

Existe en estas zonas, como en otras de España, una larga tradición de especulación inmobiliaria. La especulación empobrece a la población al aumentar el precio de la vivienda, que es uno de los grandes desafíos actuales. ¿Cree que los gobiernos deberían tomar medidas más radicales al respecto?
En teoría sí, pero en la práctica la intervención del gobierno tiene el efecto opuesto al que se pretende. Por ejemplo las casas son demasiado caras, así que el gobierno dice: “bien, te prestaremos el dinero más barato para que puedas comprarla”, y el resultado es que los promotores hacen más dinero y los precios siguen subiendo. Hay que analizar qué es lo que está pasando. En España no sé, pero uno de los impactos de la crisis en Londres, París, Los Ángeles o Nueva York es que los precios de las viviendas han aumentado y ya nadie puede permitirse vivir allí. Y eso se debe al crédito muy barato.

Bueno, que no se hayan tomado las medidas adecuadas no quiere decir que no se deba tomar medidas. En España sucede lo mismo en Madrid o Barcelona, donde mucha gente se ha visto expulsada del centro para irse al extrarradio ante la repentina subida de los alquileres. Sé que en Madrid y Barcelona hay dos alcaldesas que están tratando de hacer cosas distintas. Es interesante el modo en que afrontan la cuestión del turismo o Airbnb. Probablemente puedan hacer algo. El problema de la política es que la gente quiere resultados muy rápidos, lo que no suele funcionar. Recuerdo cuando fui a Barcelona por primera vez, hacia 1989, y era un lugar muy excitante, lleno de vida, donde había realmente un sentido de la dirección y una inversión en infraestructuras, y los Juegos Olímpicos no fueron una cosa loca. No como Sevilla, donde volví hace poco y vi los terrenos de la Expo, esa catástrofe.

¿Hay que culpar a Airbnb de algunos de los problemas que hoy tenemos en las ciudades? Es verdad que Airbnb cambia la economía de la habitabilidad, que hace más caro el precio de la vivienda. Y a nadie le gusta vivir junto a una casa que es un Airbnb. Pero Airbnb lo empezaron unos chicos estupendos que eran diseñadores, y no parece ser algo tan perverso como Uber.

¿Cree que Uber es perverso? Uber es superperverso. Infringen la ley y no pagan bien a la gente. Por otra parte yo uso Uber en Londres, porque el coste es de un 30% del precio del taxi. Y con eso es difícil competir.

¿Dónde está la responsabilidad del consumidor, entonces? ¿Son esas las contradicciones a las que nos aboca el sistema capitalista? Marx explicó que el capitalismo tiende al monopolio. Y si miras Amazon o Google, es así. Ya no necesitan competir, directamente compran las otras empresas.

Mencionaba también el turismo. Ciudades como Barcelona o Lisboa se han convertido en una pesadilla para sus habitantes. Todos somos turistas, pero muchas veces detestamos a los turistas cuando vienen a nuestra ciudad. ¿Cómo cortar el nudo gordiano?
Yo prohibiría los cruceros. Son la obra del demonio. No, perdón, las soluciones fáciles y rápidas no existen. Todo requiere trabajo y paciencia y mirar al largo plazo. Hubo un tiempo en que la gente creía que la arquitectura y la planificación harían de las ciudades sitios mejores para vivir. Barcelona es un ejemplo de eso. Y luego hubo un periodo en que la gente dejó de creer en la planificación y los gobiernos abandonaron esa idea. Y ahora tenemos problemas, pero nos dan miedo las grandes respuestas, y al mismo tiempo la gente no cree en los expertos ni en los políticos, así que es difícil afrontar los grandes problemas con grandes soluciones.

Se ha estudiado también el impacto que tienen las aplicaciones de móviles en la dinámica de las ciudades. No sé si conoce por ejemplo el trabajo del español Andrés Jaque sobre Grindr. ¡Lo conozco! Cuando abrimos el museo teníamos una exposición llamada “Fear and Love”, y pedimos a nueve arquitectos de todo el mundo su visión sobre ciertos problemas. Jaque hizo una instalación sobre Grindr. El habla entre otras cosas sobre cómo esto matará la cultura gay tradicional, y cómo el cruising o los clubs se convierten en algo del pasado. Grindr aniquila el espacio físico.

¿Así que considera que las aplicaciones de los móviles tienen un gran impacto en la sociedad? ¡Enorme! Para mí una ciudad es un sitio de tolerancia y de libertad para elegir lo que quieras de ella. Y de tener privacidad, si quieres tenerla. Y los teléfonos inteligentes han destruido la privacidad. Y también han destruido al peatón, porque si miramos las calles están llenas de personas que miran a sus pantallas, no se miran entre ellas. Pensábamos que las redes sociales serían liberadoras, y encontramos cosas como que fue Twitter lo que hizo que Trump llegara al poder. Y si creíamos que tendríamos modernidad, las redes nos han llevado de vuelta a otro tiempo. Twitter está lleno de rumores. Y ahora es la responsabilidad de la tecnología encontrar modos de reinyectar otras cualidades en la experiencia online.

¿Se considera usted conservador, entonces? ¿Y cuál es la diferencia entre ser conservador y directamente reaccionario? Nunca he pensado en mí mismo como conservador, supongo. Siempre he votado a los laboristas. Al hacerse mayor, por supuesto todo el mundo se hace más conservador, pero… No creo que yo sea reaccionario. Estoy interesado en las nuevas tecnologías. Y soy muy curioso. Me fascina entender qué significan todas estas cosas. Cuando empecé como periodista hace treinta años, era como “¡Guau! ¡Qué novedad!”. Ahora es como “¡Guau!” [con entusiasmo] “¡Oh!” [escéptico].

Ha sido usted muy crítico con Calatrava. Dijo de él que “En sus mejores momentos es…” “…una explosión de fuegos artificiales arquitectónicos”, sí. No es cuestión de que no me guste. Pero es que cada vez que vuelvo a Valencia veo otro ejemplo de espectáculo extremo por su parte. Recuerdo sus primeros trabajos, como los maravillosos puentes, o la estupenda estación de tren de Lyon. Pero después arrastra la pesada carga de tener que superar sus resultados, y cuanto más intentas hacer fuegos artificiales, más grandes y ruidosos y coloridos deben ser. Y más caros. Ahora está trabajando en un proyecto en Londres .

Él es, sin embargo, un arquitecto muy popular. ¿Cree usted que la gente necesita que la salven de su propio gusto? ¿Son necesarios los comités de expertos que eviten que incurramos en el kitsch?
¡Pero si el kitsch nos encanta! La idea de la policía del gusto es terrible. Antes teníamos en Inglaterra un organismo llamado Design Council, cuyo trabajo era que el diseño fuera mejor. Esto venía de la II Guerra Mundial, cuando escaseaban los materiales y el gobierno designó un grupo para diseñar solo un tipo de mueble, un tipo de ropa. Y el impacto fue que el público británico se fue en una dirección totalmente distinta a ese “esto es lo que te conviene”. ¿Quién soy yo para decirte que deberías hacer esto o lo otro?

© Marbella Design.

Ya que hablamos de uniformidad, hoy en día todas las ciudades acuden a la arquitectura para reproducir el modelo de Bilbao con el Guggenheim. No fue un edificio lo que hizo a Bilbao una ciudad distinta. No es una sola cosa, son muchas. Como la inversión en infraestructuras o en el programa cultural.

¿No le agrada este recurso a los iconos prefabricados? No. Da la idea de que vas de compras y te puedes comprar tu icono.

Pero su caso es justamente el de un museo de éxito. Desde el cambio de sede, en dieciséis meses ha conseguido usted llevar al London Design Museum… …un millón de visitantes.

¿Las cifras lo legitiman entonces como director del museo? ¿O legitiman al propio museo? El museo había tenido unos inicios más modestos, y sus responsables me contrataron con la idea de convertirlo en algo más grande. Y haber hecho eso es enormemente satisfactorio, aunque no solo he sido yo, sino muchas personas. No es mi museo sino el de muchos, y no refleja mi gusto sino que es una amplia plataforma. No tenemos dinero público. Somos una fundación privada, así que sobrevivimos gracias a los números. Aunque los números no son lo único, obviamente. Pero debemos estar en comunicación con el público. Y entendemos que el diseño no es solo para un público restringido. Y del mismo modo que el nuevo edificio de la Tate consiguió que el público contemplara de forma distinta el arte contemporáneo, que antes el público británico veía como una broma y ahora le fascina, espero que nosotros podamos hacer algo similar con el diseño.

El museo acoge actualmente una exposición sobre los coches Ferrari, y próximamente inaugurarán otra sobre la firma de origen español Loewe y su premio de artesanía. ¿No es peligroso dar tanto protagonismo a las marcas comerciales? La exposición de Ferrari no está financiada por la marca. Es la voz del museo hablando de Ferrari. Pero tienes razón, las grandes marcas son cosas que asustan. Es curioso que la única vez que tuvimos un problema con esto fue con una exposición de Camper, que a mí me parecía muy interesante, y el público pensó que la marca tenía demasiado protagonismo. Con Ferrari la gente se ve muy atraída por el tema, y les explicamos de un modo muy directo cómo se diseña algo. No se trata de vender Ferraris, ves cosas que no puedes ver en ningún otro sitio. Nuestra próxima exposición será sobre el diseñador ** Azzedine Alaïa,** y de nuevo no está pagado por Alaïa. En cuanto a Loewe, la muestra no trata sobre la marca sino sobre su interés en la artesanía.

Otra de sus exposiciones es Hope to Nope: Graphics and Politics. Con casos como la Bauhaus o el movimiento Arts & Crafts, el diseño siempre ha estado muy ligado a política. La tipografía y señalética de nuestro museo fueron diseñados para los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 por ** Otl Aicher,** que dijo que si la lengua alemana no tuviera tantas letras mayúsculas habría resistido mejor al fascismo. Lo que dice bastante sobre el diseño gráfico. Pero sí, Hope to Nope empieza con Obama y termina con Trump, y es sobre algunos diseñadores de gran éxito. Por ejemplo, la empresa Pentagram diseñó la campaña de Hillary Clinton y fue un fracaso. Pero nadie diseñó la gorra de Trump, y él fue el elegido.

¿Debe el diseño ser política o socialmente responsable? Siempre he dicho que el diseño hace muchas cosas. Trata sobre convencernos de comprar cosas que no necesitamos, pero también sobre limpiar el agua. Vivimos un momento en el que el consumo nos está destruyendo, y quizá debemos plantearnos la cuestión de si el diseño debe hacer preguntas. Pero sí, el diseño debería ser responsable. Si pensamos en los coches de los años 50, yo no quiero tener uno, ni conducirlo, pero son cosas maravillosas. Fumar es letal, pero el diseño del paquete de Lucky Strike es fantástico. Odio el estalinismo, pero hay algo fascinante en los rascacielos de Moscú.

En efecto ha dicho usted que el diseño trata sobre hacer preguntas. ¿Cuáles son las preguntas correctas? Dije eso porque durante mucho tiempo se ha pensado que el diseño trataba sobre responder preguntas como “¿cómo haces que un coche vaya más rápido?” o “¿cómo vendes más cosas?”. Y en cambio es bueno hacerse otras como “¿cómo hacer un coche más seguro?”, “¿necesitamos otro producto?”, o “¿qué pasará si hay inteligencia artificial por todas partes?”. En un mundo que va cada vez más deprisa y el cambio tecnológico nos empuja más allá de la experiencia previa, alguien debe preguntarse hacia dónde vamos. No hay preguntas correctas que hacerse, pero es el trabajo del diseñador ser escéptico. Y eso puede parecer como morder la mano que te alimenta, porque debes ser crítico con la industria que te paga. Hay una relación extraña, porque el diseño vino de la industria: la idea moderna del diseño procede del siglo XIX, cuando las máquinas podían hacer las cosas más rápidamente que los artesanos. Así que los diseñadores estaban para que estos nuevos productos construidos por máquinas significaran algo para la gente.

Uno de sus libros se titula El lenguaje de las cosas. ¿Las cosas hablan? ¿Qué dicen? Pueden decir masculino o femenino, agresivo o amistoso, caro o barato, auténtico o falso. Y el diseño es una magnífica forma de que las cosas falsas parezcan muy reales.

¿Entonces el diseño puede mentir? Sí. Veamos: ¿miente ** Ralph Lauren?** Todo el estilo Lauren empezó con ropa que parecía que habías tenido durante mucho tiempo, y que tu familia había tenido dinero durante mucho tiempo, pero estaba diseñada para gente que no había tenido dinero durante mucho tiempo. Y más recientemente su imagen ha pasado de los clubs de campo al dust bowl chic, y hacen que los nuevos ricos se parezcan a los antiguos pobres.

Usted escribió otro libro llamado en España La arquitectura del poder. Lo cierto es que, desde las pirámides hasta los rascacielos, la arquitectura ha sido siempre un símbolo del poder. ¿Cómo ha evolucionado esta relación a lo largo del tiempo? Hay una danza perpetua entre el arquitecto y el cliente, en la que ambos quieren algo del otro. El ejemplo más extremo sería el de Rusia en los tiempos de Stalin, cuando Borís Iofán empezó su carrera haciendo trabajos muy interesantes y después Stalin le pidió que diseñara el palacio de los Sóviets y este encargo le destruyó porque enfocó su carrera en una sola dirección. Lo mismo con Aldo Rossi, que era marxista e hizo edificios muy austeros y de pronto aceptó el encargo de hacer un hotel en Eurodisney. La relación con el director de Disney ** Michael Eisner** se torció, y Rossi acabó renunciando ante los constantes cambios en sus diseños, y escribió una carta a Eisner diciéndole “No pasa nada, pero no puedo seguir trabajando con usted. La última vez que un arquitecto italiano trabajó en París fue Bernini para el rey de Francia y no funcionó bien; puede que yo sea romántico, pero usted no es el rey de Francia”.

¿Cuál es el futuro de las ciudades, y de nuestra vida en ellas? A medida que las ciudades se hacen más grandes, lo importante es mantener las cualidades que las hacen especiales. El primer aspecto clave para mí es la tolerancia y la posibilidad de ser tú mismo. Las ciudades siempre han sido lugares que no les gustan a los dictadores, porque permiten a la gente estar más allá del control de la autoridad central. Decir que eres de Bilbao no es lo mismo que decir que eres vasco, decir que eres de Londres definitivamente no es lo mismo que decir que eres inglés. La posición de la ciudad con respecto al Estado siempre es complicada. Políticamente Barcelona dice algo distinto a Cataluña.

¿Cree que vamos hacia un sistema similar a la Grecia clásica, basado en las ciudades-estado? Pensé que esto estaba pasando, pero ahora cuando se señala Hong Kong, Singapur, Doha, Londres, Nueva York o Londres como nuevas ciudades-estado, y Londres produce el 60% de toda la economía del Reino Unido… Ahora, en este clima nacionalista las ciudades se convierten en…

¿Centros de resistencia? Las ciudades están llenas de grupos multiétnicos, y siempre ha sido así. Más que a Atenas, si miras a la antigua Alejandría, había griegos, africanos, cristianos, judíos, eso es lo que las ciudades deberían ser.

Posiblemente, los dos textos más conocidos de la arquitectura del siglo XX sean Ornamento y Delito, de Adolf Loos y Aprendiendo de Las Vegas, de Denise Scott Brown y Robert Venturi. El primero abogaba por un diseño funcional, más puro y sin frivolidades, y el segundo encontraba aspectos positivos en los excesos de Las Vegas. Entre ambos, ¿dónde se posiciona usted?
Cuanto más leo Ornamento y delito más fascinante me parece. Y la gente lo malinterpreta. Creen que estaba diciendo “no debes hacer esto”, y en realidad era mucho más complejo y sofisticado. Definitivamente, Loos era mejor escritor que los Venturi. Aprendiendo de Las Vegas está bastante mal redactado y es repetitivo. Para mí contiene esta idea brillante de que aprendes mucho mirando aquello a lo que el mundo del arte no quiere mirar, pero Reyner Banham ya hizo lo mismo sobre Los Ángeles de forma más interesante [en 1971 con el libro Los Angeles: The Architecture of Four Ecologies]. Los Venturi llegaron a Las Vegas cuando la antigua Las Vegas ya estaba muriendo, y la miraban con nostalgia. Cuando he estado en Las Vegas, solo una vez, resultó ser mucho menos divertido de lo que yo esperaba.

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